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viernes, 31 de mayo de 2013

Publicado el 20/5/1995 Me gustaría que estos momentos en que suelo asomarme a vuestra casa, gracias a esta ventana, no se transformaran en el discurso de cualquier signo y más o menos demagógico, al que venimos asistiendo en diversos medios de comunicación. Mi idea cuando comencé estas cartas, y la que sigo manteniendo ahora, es la de poder ofreceros un momento de descanso o de reflexión, contándoos hechos o pensamientos, reales o ficticios, que mi ventana me ofrece y creo que os pueden interesar. Este es mi compromiso, y este compromiso no excluye el que, a nivel estrictamente personal, me manifieste en estas cartas política o socialmente con la misma y total libertad con que lo hago habitualmente en el trato cotidiano. Procuraré no tocar demasiado el tema de la política, más que nada, porque creo que ya estamos todos un poco hartos de este asunto. Tien’ asero, decían los gitanos de Platero, que por fuera era blanco y peludo, como de algodón. Tiene acero. No sé si conozco a alguien de quien se pueda decir lo mismo. Qué difícil es encontrar a una persona de carácter amable y fuerte al tiempo, agradable en el trato y firme en sus convicciones. Qué difícil va resultando encontrar a alguien que al menos tenga convicciones. Y no me refiero a convicciones políticas, sino a convicciones morales, o incluso éticas. Estamos abandonando el vivir de acuerdo con unos valores a cambio de vivir con el máximo de posesiones materiales posibles. Pensamos que es mejor el estado del bienestar que la calidad de vida, e incluso confundimos estos conceptos. Estamos dispuestos a adorar el becerro de oro en cualquiera de sus manifestaciones, y lo único que nos inquieta es la riqueza de la aleación. Honradez y sinceridad son cualidades incompatibles, no ya con la vida política, sino con la más elemental relación social. Es tan escasa la bondad, y está tan poco valorada, que cuando opinamos en una conversación sobre una persona ausente, y queremos decir que es buena persona, para evitar que la tomen por tonta tenemos que decir: “Es buena gente”. Creo yo que no deberíamos escandalizarnos tanto de la poca limpieza de la vida pública, cuando somos incapaces de agacharnos a recoger que nuestro retoño ha tirado. No deberíamos protestar del alcoholismo en la juventud, cuando menores de edad son abastecidos de alcohol ante nuestra vista, no ya en bares o discotecas, sino en tiendas y supermercados, y no hacemos nada por evitarlo. No debemos quejarnos tanto del narcotráfico, cuando en nuestra Plaza Mayor, a cualquier hora de la mañana o la tarde, podemos ver a los camellos pasando las papelinas a sus clientes, y que conste que mi opinión personal respecto a las drogas es que debían ser de suministro gratuito bajo control médico, pero no es a eso a lo que voy. A lo que voy es a que debe haber más coherencia entre nuestros pensamientos y nuestros actos. De estos mimbres, salen aquellos cestos. Somos nosotros quienes, minuto a minuto, vamos haciendo la vida. Intentemos retomar y poner en práctica los principios que nos enseñaron de pequeños, enseñemos esos mismos principios a los que nos siguen y quizá, al hacerlo, mejoren las acciones de los que nos rodean y representan. Y para suavizar el final, os dejo con una cita de Víctor Hugo: “Con la realidad se vive, con el ideal se existe. ¿Queréis comprender la diferencia? Los animales viven, sólo el hombre existe”. Un abrazo desde mi ventana. L. Alfonso Asperilla.

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