jueves, 24 de enero de 2008
Las manos de mi padre
En el tránsito del año 2007 al 2008, mi padre estuvo ingresado en el hospital, con insuficiencia respiratoria. Allí le robé varias fotos, y me gusta esta de sus manos, apoyadas en el bastón. Sus manos. Y pienso en lo que ha pasado por su manos. Los billetes que vendía en la estación de ferrocarril, mientras sus bronquios luchaban con la corriente de aire que entraba por la ventanilla. Los ladrillos, cuando construía su casa, dejando las yemas de sus dedos casi sin dibujo. Firmes sus manos sujetando el manillar de la bicicleta en que me paseaba cuando yo era un crío, sentado en un soporte sujeto en la barra. Sus manos saludando, estrechando otras manos de tantas personas que le aprecian. Toda una vida en sus manos. Venero esas manos.
viernes, 18 de enero de 2008
No me imagino un siete verde, o blanco.
Azul sí. Y más azul que ningún otro.
Yo diría que es el único azul.
El ocho puede ser marrón, o rosa. El uno, negro.
El seis, verde.
Pero el siete no.
El infinito es rojo de amapolas.
El indeterminado, blanco y amarillo, me quiere, no me quiere.
Pero el siete es azul.
¿Azul cielo? ¿Es siete el cielo?.
No, el cielo es uno, pero lo vemos siete.
Podría ser el siete sin el seis?.
¿Negro, siete, verde, azul?.
Si hay una cosa que me gusta de la fotografía, sobre todas las demás, es su capacidad de transgresión, de alterar el orden establecido.
Aprehende un instante y lo deposita en la eternidad. Por muy fugaz que sea, queda ahí, para siempre...
¿Y hay algo más leve, más sutil y fugaz que el comienzo de la brisa marina?.
La barca
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