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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Jose Angel

Ayer, 11/11/08, a estas horas, más o menos, operaban a Jose Ángel. Hoy me he acordado varias veces de él, si llamar, si no llamar todavía...llamaré luego, después de escribir; la operación no es (era) ni fácil ni difícil, es quitarle algo para evitar que en un futuro a medio o corto plazo, sea peligroso. Supongo que ya habrá recobrado el conocimiento, entre dormido y semi despierto, aún bajo los efectos de la anestesia, el dolor, la preocupación...¿se pensará en algo en ese estado semi consciente?. No se, lo que siento es que tengo ganas de verle ya, con su cara de frailecillo cachondo unas veces, otras de padre feliz, compartiendo un rato del lunes con nosotros, los fotógrafos. A ver cuando puede. Espero que sea pronto.

PD.- Quería subir una imagen de él, pero no funciona la subida, ya veré si puedo hacerlo en otro momento. Hasta luego.

martes, 26 de agosto de 2008

San Antolín

Bueno, ya estamos en puertas de las fiestas de Medina. Otro año. Cuantos más y cuantos menos. Pero en estas vísperas de fiestas, tan esperadas, hoy es un día especial. Hoy, cuando bajaba de pedir cita para el análisis periódico de sangre que hacen a mi padre, me he encontrado con Segundo. Segundo, el hijo de Segundo el practicante, el marido de Rosi la del "Globo". Ese. Ese Segundo.
Pues resulta que sabía que andaba con el bicho, con el cáncer, pero como todavía hablamos de estas cosas un poco por lo bajini, casi en secreto, pues no sabía demasiado de lo que le pasaba, de cómo estaba, etc.
Ayer le vi caminando a buen paso, dandose un paseo, pero no tuve ocasión de pararme para charlar con él. Hoy sí, y hablamos, y hablamos bien, mirándonos a la cara, contentos de encontrarnos. Y me ha dicho que sí, que lleva tres años con cáncer de colon, y que hace un año no daban un duro por su vida. Pero ahí está, tan majo, porque la verdad es que está majo, disfrutando de cada día que amanece, viviendo. Y cuantos, que estaban sanotes como manzanas asturianas, se van a perder este año las fiestas. Muchos.
Pero me alegro de que Segundo no se las pierda. Me alegro de verle con la voluntad con que le veo, la voluntad de disfrutar de cada cosa que nos ofrece la vida, aunque solamente sea encontrarse con un viejo amigo y echar una parrafada sobre lo que vamos aprendiendo, sobre lo que la vida nos va enseñando.
Gracias Segundo, has sido mi alegría de hoy.

viernes, 2 de mayo de 2008



Nela, (Wilma del Pico Zarcero e dos grandes expressos europeos, No te enfades Miguel, es que tu afijo me resulta cariñosamente gracioso, :)), haciendo amistades. El gato no tiene claro que ser arrollado en la carrera por el ímpetu de Nela, sea un juego admisible para gatos. Nela intenta convencerle de que sí, y en eso andan, jugando. Felices ellos.

jueves, 10 de abril de 2008

El cuento del lobo solitario

EL CUENTO DEL LOBO SOLITARIO
Erase una vez...
Pues erase una vez que se era, un pastorcito que atendía un rebaño de ovejas día tras día. Era su oficio, el que aprendió de su padre, y tooooooodos los días, sin fiestas, sin sábados ni domingos, el pastorcito llevaba a las ovejas (que eran de todo el pueblo) a donde hubiera buenos pastos, las dejaba pastar, las cuidaba para que no se le escaparan, y al llegar la noche, las llevaba al redil a dormir. Cuando las ovejas habían tenido corderetes, pues después de que ya no mamaban, las ordeñaba y llevaba la leche al pueblo, para hacer quesos. El pastorcito tenía dos perros de carea (los que movían las ovejas paquí y pallá) y un mastín. El mastín se llamaba Rin y los otros, uno Risas y el otro Rata. Rin, el mastín, era grandote y de movimientos tranquilos, pues como andan estos perros, un paso, mueve la cabeza, otro paso, y así. En cambio, Risas y Rata eran vivos, ágiles y no paraban de controlar las ovejas. En realidad, eran Risas y Rata los que de verdad trabajaban, ya que Rin, para lo único que estaba, era para cuando el invierno se volvía duro y frío, y los lobos bajaban cerca de los pueblos; entonces Rin les olía cuando se acercaban, se ponía en pie, caminaba un poco fuera del rebaño, en dirección al olor que le llegaba de los lobos, y en cuanto le veían, los lobos se iban a buscar la comida a otra parte. En realidad, los lobos no eran malos, lo que pasa es que tenían hambre, y con tanta nieve y hielo, a veces se les hacía muy duro encontrar un poco de comida.
Risas y Rata, si venían los lobos, pues ladraban, pero poco más hacían. No eran perros grandes, (Rata era más bien pequeño), ni tampoco demasiado valientes, pues no era su trabajo ser valientes. Risas era blanco y negro y se llamaba así porque las pocas veces que estaba quieto, se sentaba y se quedaba mirando con una cara que daba risa verlo. Rata se llamaba Rata porque tenía el pelo corto y gris, y era pequeño, un poco más grande que una liebre, y tenía unos ojillos muy vivos.
Bueno, pues Pedro (¿que no os dije que el pastorcito se llamaba Pedro?) y sus perros y su ganado, vivían bien. No muy bien, pero bien. Y un día que Pedro el pastorcito llevaba a las ovejas a unos pastos altos (altos porque estaban muy arriba en la montaña, no porque fuera un pasto muy alto de alto, me entiendes?), porque ya había pasado el invierno, pues al pasar al lado de una ladera de una montaña, los perros se quedaron muy quietos mirando y haciendo la muestra (la muestra es que se ponen tal que así...) hacia una cuevita pequeña que había en la ladera. Un poco intrigado, el pastorcito llamó a los perros mientras se acercaba a la cueva. Sacó un encendedor que llevaba para hacer lumbre cuando se paraba a comer, y con su luz (la del encendedor), entró un poco en la cueva y vio... ¿a que no sabéis que vio?. Bueno, mas que ver, primero oyó una mezcla de gruñido y lloriqueo....shhhhh, tranquilos, les decía a sus perros, (porque Rata y Risas tenían los pelos del lomo de punta, y estaban gruñendo y enseñando los dientes), y llamando a Rin, el mastín, entró un poco más en la cueva y entonces sí. Entonces vio lo que hacía ese ruido raro, mezcla de gruñido y lloriqueo, y era... pues un lobo chiquitín, vamos, una cría pequeña de lobo, pero pequeña pequeña, mucho más pequeña que Rata. Pero aun siendo tan pequeña, cuando Rin se acercó a olerle, le enseñaba los dientes, jajajajaja, imagínate una cosa así de pequeña enseñando los dientes a un pedazo de perro casi como un caballo, a que es de risa?. Bueno, pues la cría de lobo lo hacía, ¿a que era muy valiente?.
¿Y ahora que hago yo?, pensaba el pastorcito, siendo tan pequeño no lo voy a dejar aquí solo, y además parece que tiene hambre (la verdad es que se le notaban las costillas), hummmmmmmm. Así que decidió llevarse a la cría de lobo. Se acercó a cogerlo, y la cría primero le enseñó los dientes, pero el pastorcito, que era muy listo, bajó la mano casi hasta el suelo para que el lobito viera que no le quería hacer daño, y acercándose lo tomó en su mano y se lo acercó a la cara mientras salía de la cueva. Risas y Rata saltaban a su alrededor porque querían acercarse, pero él no les dejaba que lo tocaran, no fueran a hacerle daño. Llevó las ovejas hasta un prado que había cerca, y aunque no era todavía la hora de comer, ese día hizo una excepción. Se sentó, sacó del zurrón un poco de tocino y queso que llevaba, sacó también el pan, y empezó a comer, y a darle al lobito unos trocitos pequeños de tocino, que el lobito se comía sin masticar casi, del hambre que tenía. Después de beber, le puso un poco de agua en la mano, y el lobito bebió, y le puso otra vez, y otra vez bebió, y así hasta que ya no tuvo más sed. Mientras descansaba un poco, dejó al lobito suelto, y ya Risas y Rata no le gruñían, sólo se acercaban a olerle y lamerle el hocico y las orejitas. Ya le habían admitido como uno más de ellos. Pero lo que al lobito le gustaba más era ir hasta donde estaba tumbado Rin, el mastín, medio dormido, y morderle sus orejotas y el rabo, sobre todo el rabo, que Rin movía y el lobito corría hasta alcanzarlo. A pesar de que el lobito tenía los dientes muy finos, (seguro que le hacía daño a Rin alguna vez), Rin no protestaba, y seguía moviendo el rabo, medio adormilado.
Y así fueron pasando los días, y ya el lobito caminaba casi todo el día junto a Pedro, aunque a veces le tenía que tomar en brazos porque se cansaba. Y un día, cuando el lobito jugaba con el rabo de Rin, Pedro se dio cuenta de que no le había puesto nombre, y pensando pensando, se acordó de una niña que había en su pueblo, y que era como el lobito de juguetona, y que se llamaba Anita, y dijo, pues ahora te vas a llamar Nito, y desde ese momento, cuando se acercaba la hora de comer, Pedro decía Nitooooooooo, y le enseñaba un trozo de tocino, y el lobito venía corriendo a comer con Pedro, y así aprendió que se llamaba Nito, porque Pedro era muy listo y sabía como enseñar a los perros a que hicieran lo que el quisiera.
Cuando llegó el otoño, y Pedro bajó otra vez con el rebaño hasta su pueblo, Nito ya se había hecho grande, y tenía casi todo el aspecto de un lobo, así que cuando Pedro encerró las ovejas y se fue por la calle con sus perros, la gente veía a Nito y se encerraban asustados en sus casas, y Pedro se partía de la risa, pero al llegar enfrente del Ayuntamiento, salió el alcalde con una escopeta, porque uno del pueblo le había llamado por teléfono para decirle que había un lobo en el pueblo. Pedro tuvo que sujetar a Nito y demostrarle al alcalde que aunque era un lobo, era muy manso. El alcalde se acercó con un poco de miedo, le tocó, le acarició, y al ver que Nito no hacía nada, le dijo a Pedro que se podía quedar con él, pero que tuviera cuidado y que de todas formas, le tendría que vacunar como a los demás perros.
Pedro le dijo que sí, y que lo haría, pero que dijera el alcalde a todo el mundo que Nito era tan manso como un perro, y que no le hicieran nada, que él tampoco haría nada.
Poco a poco, Nito se iba encontrando cada vez más a gusto con su vida con Pedro, con Rin, Risas y Rata. Salían cerquita del pueblo, Pedro le enseñaba a Nito a correr detrás de las ovejas para llevarlas hacia donde él quería, y cada vez que lo hacía bien, pues le daba un trozo de tocino, que a Nito le encantaba, y así, el lobo aprendió a ser un buen perro de pastor. Pero lo que estaba deseando Nito era terminar de jugar con las ovejas (porque él se creía que eso era un juego), y volver corriendo con Rin, que era su mejor amigo y el que le aguantaba mejor todos sus mordiscos cuando jugaban.
Llegó la primavera siguiente, Pedro sacó el rebaño, y a sus perros, y esta vez, Nito hizo el camino de vuelta, montaña arriba, hacia los pastos de altura. Nito a veces corría con Rata y Risas, detrás de las ovejas, y otras, caminaba al lado de Rin.
Después de casi un mes de caminar, llegaron a las montañas. Mientras las ovejas pastaban, Pedro se sentaba con Rin y Nito, sacaba su caramillo (¿sabeis lo que es un caramillo?, ¿no?, pues hay un diccionario en… o si no mamá os lo dirá), y se ponía a tocar. Y entonces, pasaba una cosa muy curiosa, que Nito no entendía. Todos los sonidos del monte, el viento, el esquileo de los machos, el canto de los pájaros, todo se callaba, y sólo se escuchaba el caramillo de Pedro. Al principio Nito se creía que pasaba algo y se ponía de pie, enderezaba las orejas y escuchaba, pero al poco tiempo se acostumbró, y hacía lo que Rin, se tumbaba a los pies de Pedro y mientras escuchaba, se quedaba como dormido, pero sin dormirse..
Vosotr@s os habéis dormido ya?. ¿Si?, pues entonces mañana seguimos...
¿No?, pero ¿cómo?, ¿no tenéis sueño?...mmmmm, bueno, continuemos entonces...
Bueno, pues el tiempo transcurría en la montaña de esta forma, Pedro, el pastor, vivía feliz y observaba a Nito y a sus otros perros, cómo hacían su trabajo, y también observaba que a veces, de noche, Nito se subía a unas rocas que estaban un poco más altas, y cuando había luna llena, Nito aullaba. Al principio Rin se asustó y subió corriendo a la roca creyendo que había lobos, pero al ver que sólo era Nito, pues se quedó tranquilo, y bajó para tranquilizar a Risas y Rata. Pero lo más curioso de todo, es que desde que Nito estaba con ellos, no volvieron a ver aparecer lobos en las cercanías, por lo que la vida de Rin cada vez era más tranquila. Llegó el otoño, bajaron otra vez al pueblo, pasaron el invierno allí, y así un par de años más, sin que hubiera novedades, pero al cuarto año, cuando estaban a punto de bajar otra vez al pueblo, unos días antes de que fuera la fecha de bajar, cayó una nevada fortísima en la montaña, y Pedro y todos sus animales, se quedaron atrapados arriba. Pedro tenía una especie de cabaña hecha con piedras, donde pasaba las noches cuando hacía mucho frío, junto a sus perros, y las ovejas tenían un redil hecho con troncos y ramas largas de chopo, para que no se escaparan, porque las ovejas son un poco tontas, y a veces se ponen a comer hierba, y si las dejas no paran, y caminan y caminan y luego no saben donde están, así que por la noche, las encerraba en el redil. Pero con la nevada que había caído, los troncos del redil se quedaron un poco bajos, y algunas de las más tontas, pues pasaron por encima de los troncos y comenzaron a caminar, y los perros empezaron a ladrar porque las oyeron, y Pedro tuvo que despertarse (¿seguís despiert@s?) y salir, con el frío que hacía, y apenas se veía además, porque todavía era de noche, para que no se le perdieran entre la tormenta de nieve. Y entonces Pedro supo lo que valían sus perros. Rin se puso cerca del redil, y cada vez que alguna quería salirse, él ladraba con su voz grave “GUAO” y ni se movían. Mientras, Rata, Risas y Nito, cada uno por un lado, empezaron a buscar a las que se habían salido, siguiendo los silbidos de Pedro, y poco a poco, las fueron reuniendo. Cuando amaneció, sólo faltaba una oveja, Loca se llamaba, porque Pedro ponía nombres a todas sus ovejas, y las conocía; fijaos que es difícil, porque parecen todas iguales, pero Pedro las conocía. Y pensando en lo que diría la gente del pueblo, porque nunca Pedro había perdido una oveja, pues empezó a preocuparse de verdad. Dejó a Risas y a Rata con el rebaño, llamó a Rin y a Nito, y empezó a buscar a Loca. Pero con la nieve, el paisaje que tan bien conocía Pedro, había cambiado, y no quería alejarse mucho tampoco del rebaño, no fueran a venir los lobos, así que empezó a dar vueltas alrededor del rebaño, cada vez un poco más grandes las vueltas, pare ver si podía distinguir las huellas de la oveja. Así estaba, sin saber muy bien por donde podría haberse ido la tonta de Loca, cuando vio a lo lejos, varios lobos. Iban corriendo, porque los lobos se pasan casi todo el tiempo corriendo, cuando van de caza, y se dirigían a una hondonada, por la que pasaba un arroyo que Pedro conocía. Miró a Nito, y sin tener que decirle nada, Nito comenzó a correr también, y Rin detrás, porque corría más despacio, hacia la hondonada. Corrieron los tres, y llegaron antes que los lobos, y allí estaba la tonta, balando beeee, beeeee, beeeee, llamando la atención. Bajaron corriendo, tropezándose, para llegar antes de que la cogieran los lobos, y cuando llegaron, Pedro la cogió de las patas, y se la echó a la espalda. Fue a subir con ella, pero ya habían llegado los lobos y eran por lo menos seis o siete, y no tenían pinta de querer irse por las buenas. Pedro sacó unas tiras de cuero del zurrón, ató las patas de la oveja, la dejó en el suelo, sacó la honda y las piedras, y allí empezó la batalla. Al principio, con la honda y las piedras, acertó a algún lobo, pero poco a poco, estos empezaron a perderle el miedo, y cada vez se acercaban más. Pedro mandó a Rin y a Nito que se pusieran rodeando a la oveja, y el mismo Pedro, con su cayada, tapaba el otro hueco. Los lobos se fueron acercando, y de pronto, cuando estuvieron cerca, a una señal de Pedro, los tres se fueron hacia los lobos. Pedro, de un golpe, casi mató a uno. Nito estaba enzarzado con otro, pero otro lobo intentaba morderle por detrás, y mientras, Rin se apañaba muy bien con otro. Pedro fue a ayudar a Nito, pero de detrás de un montón de nieve, le saltó encima un lobo que no había visto y se cayó al suelo. Cuando el lobo le fue a saltar al cuello, Pedro sacó una navajilla que llevaba en el bolso y se la clavó al lobo. No es que le hiciera mucha herida, porque era pequeña, pero el lobo salió corriendo. Pero con todo este follón, un lobo se había acercado a la oveja, y tirando de ella, se la llevaba. Al verlo Pedro, recuperó su cayada, y tirándola rastrera, le dio al lobo en las patas, y otro que salió corriendo. Mientras Rin había malherido al que se le enfrentó, y lo propio había hecho Nito con los dos que se las tuvo. La nieve estaba roja de sangre de las heridas, pero la oveja estaba viva, y aunque con mordeduras, Nito y Rin también estaban bien. Cargó Pedro a la oveja, y se dirigieron todos al redil. Dejó a Loca con las demás, curó a Nito, que era el que tenía heridas más grandes, mientras Risas y Rata lamían las heridas de Rin. Luego encendió fuego, y arregló el redil para que estuviera un poco más alto y no se volvieran a escapar. Se fueron las nubes, salió el sol, y derritió la nieve lo suficiente para que pudieran encontrar los caminos de bajada.
Cuando llegaron al pueblo, todos los habitantes estaban esperándoles en las afueras, porque se habían enterado de la gran nevada, y estaban muy preocupados. Todos corrieron a abrazarle, y a preguntarle cómo le había ido, y apenas le dejaban encerrar las ovejas. Cuando por fin las encerró, le llevaron casi en volandas al bar del pueblo, para que les contara cosas. Pedro llamó a los perros, para que fueran con él, y cuando le pusieron un café y unas tostadas, y se las comió, y vio que la gente estaba en ascuas esperando que les contara, les contó lo mismito que yo os he contado.
Y entonces, cuando terminó de contar, todos le querían invitar a que tomara cosas, y el les dijo a todos que si le invitaban a él, también tenían que invitar a sus perros, porque si no hubiera sido por ellos, no habría podido volver con el rebaño completo. Y el alcalde, que para estas cosas valía mucho, dijo que desde ese momento, sus perros, pero sobre todo Rin y Nito, eran perros de pastor oficiales del pueblo, y que nunca más les faltaría comida, que entre todos los del pueblo les cuidarían, incluso cuando fueran viejos y ya no sirvieran para cuidar el ganado, y que a nadie se le ocurriera molestarles, que puesto que habían cuidado tan bien del ganado de todos, también de todos era la responsabilidad de cuidarles. La verdad es que a todos les gustó el discurso que hizo el señor alcalde, porque no tenían muchas oportunidades de escucharle discursos, así que casi fue una fiesta. Y desde ese día, hay un lobo que camina por las calles de mi pueblo. Y ahora que Rin ya murió el pobrecito de viejo, camina solo Nito, al que ahora llaman Lobo Solitario.

Fin.

En Medina del Campo, a tantos de tantos del 2002

martes, 1 de abril de 2008

Qué pasa?

Cuando la satisfacción más grande de cada día son los cinco minutos que pasas bajo el agua caliente de la ducha, pasa algo. No es normal que ni la brisa de la primavera, ni la floración de los arboles, ni las carreras de las nubes sirvan para despertarme, no ya una sonrisa interna, sino algún interés, algo, la curiosidad del fotógrafo, cualquier cosa. Sabemos que las.....¿malas rachas? nunca vienen solas. Creo en eso, que hay rachas malas, pero ¿dónde están las buenas?. Hace un par de días, un chaval, cuarentaytantos años, carnicero, negocio próspero (porque él es (era) un trabajador formidable), casado, un par de hijos, deportista a tope, se ha suicidado.
Dicen que se ha suicidado. Pero no me cuadra. No en él. El suicidio es una ¿salida? ¿solución? para quien no ve ninguna otra a un problema, o a muchos problemas que se acumulan. No era el caso.
No pude ir al funeral. Me enteré tarde de la hora. Quizá fue mejor. Me han dicho que la hija (13 o 14 años), leyó unas palabras recordando a su padre. Está bien. Ha liberado sus emociones, al menos en parte. Y ha ayudado a que se liberen las de su familia. Pero las mías, las d emuchos, no se liberarán hasta que sepamos algo más. No es morbo, ni curiosidad buena o malsana. Es que a quienes le conocíamos, poco o mucho, no nos cuadra. No era un cobarde. Era un tío que veía venir la vida, en cualquiera de sus facetas, buenas o malas, y la sonreía, y la torcía a su favor. Era así. Era.

domingo, 10 de febrero de 2008

La tata Rosa


Esta entrada tendría que haberla hecho su autora, mi prima Rosa, tata Rosa para casi todo el personal menudo de la familia, pero me la ha enviado por correo, así que la subo yo, el hijo de su tío favorito, pero que conste, es suya. (la imagen viene incrustada junto con el texto, lamento que no se vea mejor)


EN LA PISCINA VICTORIA

Faltaba un mes para que naciera mi hermana. A mi hermano y a mí nos dejaron con mi abuela, mis tíos y mi primo en el pueblo. Mi primo tenía por aquel entonces 16 años y nos llevaba a la Piscina “Victoria”. En esa época yo ejercía de madre con mi hermano. En la foto aparezco sujetándole por detrás.

Él hablaba una jerga incomprensible para los demás y los mayores me pedían que hiciera de traductora. Éramos inseparables. Al año siguiente comenzaríamos a ir al colegio y él se negaba a ir a su clase. Prefería venir a la mía. Siempre agarrado a mi falda. Pero esa es otra historia.

Volvamos a ese verano. Una noche de Agosto, mientras cenábamos en la terraza, mis tíos dijeron que acababa de pasar una cigüeña con mi nueva hermana en el pico. Mi hermano y yo miramos al cielo: una luna inmensa, anaranjada e irreal parecía confirmar la noticia. Nos quedamos sobrecogidos; algo muy importante iba a suceder y nosotros, hasta ese momento, no habíamos sido informados de ello.

Al día siguiente fuimos a comprar una ovejita de goma. Cogimos el tren para ir a Madrid (eso de ir en tren siempre era una fiesta) . No dejamos de jugar con la ovejita que íbamos a regalar a nuestra hermana mientras correteábamos por los vagones y nos subíamos a los portaequipajes.

En Madrid conocimos a la bebita, la bautizaron y a nosotros nos pusieron unos preciosos trajes marineros. Después... de vuelta al pueblo, todavía quedaba verano y no queríamos perdernos nada.

Guardo de ese verano, en el que aún no había cumplido los cinco años, el frío húmedo que dejaba en mi piel el bañador que llevaba en la foto (tardaba un día entero en secarse); el fuerte olor a cloro de la piscina Victoria; la música que se oía por los altavoces (especialmente la de “Los Brincos”); el sabor de los polos a los que me invitaba mi primo mayor, y la emoción de ver por primera vez a mi hermana pequeña, siempre asociada a la magia de esa inmensa luna anaranjada,

jueves, 24 de enero de 2008

Las manos de mi padre



En el tránsito del año 2007 al 2008, mi padre estuvo ingresado en el hospital, con insuficiencia respiratoria. Allí le robé varias fotos, y me gusta esta de sus manos, apoyadas en el bastón. Sus manos. Y pienso en lo que ha pasado por su manos. Los billetes que vendía en la estación de ferrocarril, mientras sus bronquios luchaban con la corriente de aire que entraba por la ventanilla. Los ladrillos, cuando construía su casa, dejando las yemas de sus dedos casi sin dibujo. Firmes sus manos sujetando el manillar de la bicicleta en que me paseaba cuando yo era un crío, sentado en un soporte sujeto en la barra. Sus manos saludando, estrechando otras manos de tantas personas que le aprecian. Toda una vida en sus manos. Venero esas manos.

viernes, 18 de enero de 2008

El siete es azul, y las amapolas rojas.
No me imagino un siete verde, o blanco.
Azul sí. Y más azul que ningún otro.
Yo diría que es el único azul.
El ocho puede ser marrón, o rosa. El uno, negro.
El seis, verde.
Pero el siete no.
El infinito es rojo de amapolas.
El indeterminado, blanco y amarillo, me quiere, no me quiere.
Pero el siete es azul.
¿Azul cielo? ¿Es siete el cielo?.
No, el cielo es uno, pero lo vemos siete.
Podría ser el siete sin el seis?.
¿Negro, siete, verde, azul?.
Hay luz en las tardes y calles de Castilla.
Ya hay luz.
Murieron muchos por alumbrar Castilla.
Sin ver la luz.
Sin darse cuenta de que por encima, siempre hay luz.
Siempre habrá luz.

Si hay una cosa que me gusta de la fotografía, sobre todas las demás, es su capacidad de transgresión, de alterar el orden establecido.
Aprehende un instante y lo deposita en la eternidad. Por muy fugaz que sea, queda ahí, para siempre...
¿Y hay algo más leve, más sutil y fugaz que el comienzo de la brisa marina?.

Hablaban, sí, pero no pude entender qué decían. De todas formas, ¿qué puede haber de interesante en una conversación entre una farola y una nube?.

La barca


Está sola la barca, jugando con el empedrado del mar.
¿Está sola la barca?. No, está el mar.
Sin el mar, no sería barca. Sería madera.
Sin el mar, el reflejo no tendría color.
Pero, ¿sería el mismo mar, el mar, sin la barca?
Se va, rojo, enrojeciéndolo todo.
Se rumorea que volverá mañana.
Pero sé que no será el mismo, y yo tampoco.
El rojo no será de frío anticipado, mañana.
Será otro rojo, o no será.
Se va, rojo, enrojeciendo, atardeciendo.

Amapolas


¡ Cómo alegran la vida, las amapolas a las espigas !