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viernes, 31 de mayo de 2013

Recuperando escritos... Publicado el 25 de Marzo de 1995 Necesito un hombro donde descansar mi brazo, un suave regazo donde apoyar mi cabeza, unos ojos jóvenes, limpios, donde al mirarme, no vea un hombre derrotado que llora al amor nacido, recién muerto. De esta forma opinaba un buen amigo mío, algo poeta, hace tiempo, cuando creía saber todo sobre la vida y el amor. Pedía ayuda para poder continuar, después del desengaño y el amor roto. No sabía él entonces, como yo sé ahora, que el amor no se rompe ni se acaba, y supongo que aprenderlo le estará costando mucho dolor. No termina el amor cuando termina una relación, ni comienza al empezar esta. El amor está siempre en nosotros, pero no limitado a nosotros. Formamos parte de un ciclo infinito de amor, y perdonadme la paradoja. Cualquier tipo de relación entre nosotros lo único que hace es servir de vehículo a ese amor, y como tal vehículo puede tener fallos. Hemos complicado mucho las relaciones, y frecuentemente las sometemos a tantas normas, que al seguirlas, olvidamos que son un medio, en lugar de un fin. Los buenos modales no sirven de nada por sí mismos si detrás de la cortesía no asoma el afecto; la religión no es sino fanatismo si no entendemos que el Amor con mayúsculas al que servimos está tamben en el que obra o piensa de forma distinta a la nuestra. Y por favor, no busquemos el amor en los ritos si no está en nuestras relaciones con los demás. Yo compararía las relaciones entre personas a distintas fotografías de un mismo tema. Los puntos de vista pueden ser infinitos, unos más atrayentes o más originales que otros, e incluso pueden hacernos cambiar nuestra opinión sobre el tema principal, aunque este permanezca invariable. A veces aparecen en nuestra vida (y nosotros en la suya) personas que inmediatamente nos caen bien. Otras veces nos relacionamos con personas con las que el entendimiento es costoso, y siempre hay que estar explicando los motivos de los actos y las palabras. Y supongo que alguna vez, en la vida de una persona, aparece otra a la que no es necesario explicar nada, porque existe tal grado de sintonía que parece que hay sólo una mente. Pero sea cual sea el tipo de relación, debemos considerarla como el vehículo de nuestra capacidad para amarnos. Sé que lo que os estoy diciendo se aparta del comentario superficial, y que es posible que sea algo demasiado íntimo como para ser dicho públicamente, pero de verdad creo que nuestra existencia solamente tiene sentido si aprendemos y amamos. Somos uno. L. Alfonso Asperilla

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