EsteViernes por la noche,
las muchachas mejicanas en el carnaval católico parecen muy buenas;
sus maridos andan en los bares y las muchachas mejicanas lucen jóvenes;
nariz aguileña con tremendos ojazos,
cálidas nalgas en apretados bluyines,
han sido agarradas de algún modo,
sus maridos andan cansados de esos culos calientes
y las muchachas mejicanas caminan con sus hijos,
existe una tristeza real en sus ojazos,
como si recordaran noches, cuando sus bien parecidos hombres
les dijeron tantas cosas bellas,
cosas bellas que ellas nunca escucharán de nuevo,
y bajo la luna y en los relampagueos de las luces del carnaval
lo veo todo y me paro silencioso y lo lamento por ellas.
Ellas me ven observando, el viejo chivo nos está mirando, está mirando a nuestros ojos;
ellas sonríen una a otra, hablan, salen juntas, ríen, me miran por encima de sus hombros.
Camino hacia una caseta,
ponga una moneda de diez en el número once y gane un pastel de chocolate con 13 coloreadas colombinas en la cima,
suficiente por demás para un ex-católico,
y un admirador de los calientes y jóvenes y no usados ya más
afligidos culos de las mejicanas.
Versión de Rafael Díaz Borbón
miarroba.com
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